No hace mucho que cumplí ocho años viviendo en esta ciudad. Ocho años de paseo por las calles de Barcelona. En un arrebato decidí lanzarme a los laberintos que se dibujan en el centro de la ciudad. Ahí comenzó esta andadura. Los primeros tres años se desarrollaron cerca del parque de la Ciutadella y de mi querida Santa María del Mar. Volver después de un tiempo, a pesar de nunca haberme ido muy lejos, te lleva a constatar lo rápido que cambian las cosas. No miente quien dice que el turismo determina el maquillaje que se le aplica a Barcelona.
Pero no voy a caer en la queja fácil. Sí, es una pena que el empleo del espacio de pronto obedezca a una lógica más para el que está de paso que para el vive ahí. Pero también entiendo que el dinero fluye a la misma velocidad que la gente por la Rambla. No es algo a despreciar. Sobre todo cuando las fuentes de ingreso no se diversifican. Pero, como decía, este es otro discurso. El paseo por las calles de Barcelona tenía la intención de recordar. Caminar puede ser un buen ejercicio para la memoria y el corazón. Esos dos elementos que se anudan en la palabra recuerdo. - tuitéalo No estaba nada equivocado. Más allá de la nostalgia me encontré con otras sorpresas siguiéndome los pasos.
Paseo por las calles de Barcelona y la fuerza de la variación
Caminar por los lugares que una vez frecuentaste es una buena manera de constatar el poder de la variación. Este concepto en sí mismo me liga a la ciudad de más de una manera. Es una idea propia de mi maestro, Eugenio Trías. Un paseo por las calles de Barcelona ha sido un buen pretexto para actualizar el concepto, para llevarlo a la práctica y constatar su fuerza. Sobre la base de lo mismo las cosas cambian. Esto lo constatamos cuando visitamos las calles que un día recorriste a diario. Es el corazón de lo mismo lo que sostiene irremediablemente a lo distinto. He ahí el barrio que, siendo el mismo, nos muestra un rostro diferente. Nos abre otra perspectiva de sus posibilidades.
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No hay más espacio, no hay una reorganización radical de las cosas. Per hay diferencia, hay variación. La memoria se encarga de rellenar los espacios, los huecos entre lo que había y lo que hay. Esto es esencial. La memoria dota de continuidad permitiendo el reconocimiento. Es el engarce entre ambas dimensiones. Ese es su papel fundamental, o al menos uno de ellos. Caminar por las calles de recordando, reconociendo el rincón donde se tuvo una plática, la banca donde me esperaba por primera vez, la tienda que se visitaba continuamente, los rostros que te sonreían aunque estos, precisamente, es probable que ya no estén ahí. Hay ausencias que la memoria nos hace notar. Pero gracias a ella la presencia se aferra.
El propio viaje y el viaje propio
Sin duda la experiencia de un paseo por las calles de Barcelona, o de la ciudad en la que vivas, te habla de tu propio andar, de tu andadura vital, de tu propia variación. Esa de la que tú eres el máximo responsable. En esas calles tomaste decisiones, te moviste en un sentido o en otro. En cierta medida tu propia historia está escrita ahí, con la tinta de tus pasos. Esas calles y esas paredes son mudos testigos de tu propia variación. Por eso el recuerdo no es necesariamente nostálgico. Es un recuento de la posibilidad, de lo actualizado en el juego de potencias. Algunas cosas se quedaron en el tintero de lo que pudo ser. Otras pasaron a habitar un efímero presente que hoy es un recuerdo que sale de paseo.
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Visitar estos rincones es un recordatorio de lo que se es a través de lo que se fue. La experiencia es una fuente para retomar los ánimos, para ver ahora hacia futuro y hacia lo que se puede ser. Una vuelta en el tiempo de este tipo, en efecto, puede conectar con la posibilidad de futuro. Llegué hasta aquí siguiendo un determinado camino, las elecciones hechas en este espacio, guardián de mi pasado, me hacen pensar en las posibilidades de futuro. De paseo por las calles de Barcelona asisto al engarce de los tres éxtasis temporales. Paseo hoy por un espacio que fue testigo de lo que me trajo de vuelta a él, de mis decisiones, de mis actos. En ese proceso me doy cuenta de mi propia fuerza de mi propio viaje que ahora me llama a hacer de él un viaje propio. Entonces el futuro se abre en el horizonte.
El arco, las posibilidades y el agradecimiento
Es en este sentido precisamente que los tiempos se reflejan en la figura del arco que tanto gustaba a Nietzsche. El pasado se tensa hasta que llega el instante fugaz en que la cuerda se libera proyectándose hacia el futuro. Sigue entonces su recorrido, su trayectoria que abre el tiempo hacia delante. Nada más y nada menos. Este puede ser el sentido de un recorrido por el lugar donde los tiempos se engarzan. Ir hacia atrás para abrir y proyectar las posibilidades futuras. Pero también hay que decir que este tipo de viajes tienen otro sentido mucho más humilde, pero no por ello menos poderoso: el del agradecimiento.
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Entramos en contacto con el tiempo pasado para agradecer lo vivido. Se trata de una reconciliación necesaria con las experiencias más amargas y un gozo reiterado con las más alegres. Un paseo por las calles de Barcelona puede ser un pretexto para reconciliarse con uno mismo. Para recoger las experiencias dándoles el sentido que quizá la inmediatez del momento había opacado. Entrar en contacto con el origen de lo que hoy es una realidad y dar gracias por esos pequeños detalles que lo han hecho posible. Un paseo es una meditación en movimiento que nos muestra la línea de continuidad en el cambio constante. Una manera de constatar el poder de la variación que nos mantiene siendo los mismos abriendo la puerta a las posibilidades de lo diferente.
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Hola Carlos
Algo de lo que no solemos caer en la cuenta es que lo más importante de las calles de una ciudad son sus gentes.
Y tú ya formas parte de las calles de Barcelona. Y, como sigas así, acabarán poniendo tu nombre a alguna de ellas.
Un abrazo
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Mi querido ratón, soy más del discurso de Manu Chao y preferiría que me llamaran calle antes que ponerle a una mi nombre. Pero gracias por esa consideración. Estoy completamente de acuerdo en que una calle sin personas que la llenen de historias sabe a poco. Hoy en día nos hace falta hacer una pausa para mirar ese flujo de historias que normalmente nos pasan de largo. ¡Abrazo roedor!
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